sábado, 2 de julio de 2016

Señora que no tiene el cuerpo óptimo tras un ágape



Julio. Día 2 y sábado
En este hermoso día veraniego en el que muchos suertudos se activan en modo vacacional, yo vengo a trabajar ojerosa y con un cuerpo infame.
Y aprovecho para expresar un rotundo "No a las bebidas espirituosas".
Ayer tuve un evento. Se nota. Un ágape de despedida al señor que nos capitaneo durante algunos años, y ya se sabe lo que pasa en estos saraos.
Hay una serie de aviesos camareros que se pasean con sus bandejas cargadas de licores, cual serpientes de paraíso. Y tú te resistes, un poco, pero ya dijo el sabio Ohm que la resistencia es inversamente proporcional al flujo de camareros que deambulen por la sala.
Total, un desastre.
Yo diría también, llegados a este punto, que la resistencia corporal es inversamente proporcional a la carga de vasos e incluso a la edad del sujeto en cuestión. No sé cómo yo suspendía la física.
Estuvo bien, el ágape, multitudinario, todo el mundo limpito y escamondado, algunos con traje de noche , algotros con bermuda y chanclas, porque no había una nota instructora que precisara el nivel de gala del evento, así que se instauró el libre albedrío.
Yo elegí para la ocasión un vestido volandero en gasa segoviana, color melocotón macerado, salpicado de traviesas adelfas y brochazos de infante de primaria. Muy apropiado.
Me gustó que el avituallamiento fuera en pie, porque así puedes ir a la deriva, vaso en mano, de conversadera en conversadera, mientras la camaradería te rodea ofreciendo ora una tosta de fua y compota de manzana reineta, ora un crujiente de puerro envuelto en salsa kataifi...
Que en esta zona se habla de bebés que te despiertan a horas intempestivas y problemáticas similares, pues enfilas con tu vaso hacia otro puerto. Ya digo, muy recomendable lo de la movilidad geográfica.
Fue pasando la tarde, entre risas y flautas, y la bandeja de postres trajo el paso al copeteo.
Y claro, ¿dónde va Vicente?... donde va la gente.
No sé como vino a mis cándidas manos el primer gintoni, pero luego pasó como en las bodas de Caná, que mi copa siempre estaba llena, ay señor...
Y de aquellos polvos vinieron estos lodos...
Sirva de ejemplo la instantánea que orna esta crónica. 
Señora con centro de mesa en equilibrio sobre la testa. 
Lo típico, vamos...



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