domingo, 30 de octubre de 2016

Señora que cambia la hora (por imposición)

Día 30 y sábado
Hemos cambiado la hora. Bueno, yo no. La alta tecnología del Aifon hace que se cambie él solito, pero el despertador de los 101 dálmatas que luce en la hornacina del mueble del salón desde los tiempos más pretéritos, sigue teniendo la hora de ayer. Algún día lo cambiaré.
Si total, dicen que es para ahorrar pero nadie sale a explicar ese presunto ahorro.
Yo no veo el ahorro por ninguna parte, por que a ver... Ahora amanece más pronto, pero por ende anochece también antes. Así que ahora mismo que son las 7 de la tarde ya tienes que encender la luz. 
¡Menudo ahorro! 
Sí claro, dirán los señores pensantes, pero por la mañana es de día a las 7. 
Vale, ahora poned en una balanza la gente que hay en planta a las 7 de la mañana y los que van a precisar de luces a las 7 de la tarde.
No hay color. 
A las 7 de la mañana y con el paro que nos acongoja, medio mundo está en brazos de Morfeo. 
A las 7 de la tarde tienes a toda la familia en torno a la mesa preguntando qué hay de cenar. O aún peor, cada mochuelo en su cuarto rodeados de flexos, ordenatas, consolas y demás quincalla que hacen que la ruedecilla del contador gire alocadamente.
¿Quién sale ganando, pues?
Está claro, las eléctricas, y por ende los de las puertas giratorias que comunican con las eléctricas. 
Más claro, agua.

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