viernes, 30 de diciembre de 2016

Señora que cuenta un cuento de Navidad



Cuento de Navidad
Érase que se era, una señora de mediana edad, porque rondaba la cincuentena, que preparaba en la cocina de su humilde morada la cena de Nochebuena.
La señora, mientras cocía langostinos y purgaba almejas para la sopa, pensaba en el guión de sus navidades.
   - Puente de la Constitución, poner el árbol y los adornos. 
Hecho. A duras penas le encontró un rincón, porque el comedor se quedaba cada vez más pequeño con la acumulación de enseres, debido al retorno al hogar de su hija recién separada y su nieto, y la permanencia de sus otros dos vástagos, que por falta de labor no había forma de que volaran del nido.
   - Comprar lotería de Navidad.
Hecho. Un décimo, que la pensión no da para mucho. 
Y ¿cómo no? Un año más la señora vio por la tele cómo la gente descorchaba el cava, mientras ella rompía el décimo perdedor.
   - Preparar la cena de Nochebuena.
En ello andaba. Como cada año, sopa de marisco de cercanías. No había miedo de toparse en ella con algún percebe, carabinero o centolla.
Un poco de cabrito y turrón del duro y del blando. 
Y vino de Rioja del bueno, de a 6 euros la botella.
   - Fiesta de Nochevieja y entrada en el nuevo año.
La señora sabía que un año más, su Nochevieja sería una cena frugal, comer las uvas con la familia y quedarse con su nieto mientras sus hijos salían de fiesta.
Se puso a hacer la mayonesa y se dijo a si misma. "Bueno, lo importante es tener salud"
Estornudó... dos veces. 
  "Mira que si he pillado ese virus que anda rondando...
La verdad, esto de la Navidad, es un cuento".


Señora que tiene un trancazo


Escena décima
Saloncito de estar. 
Persianas a media asta. 
Mesa larga con centro navideño y mantel de renos. Restos de migollos sobre el mantel de renos.
Taza de café con restos. De café. Pañuelos de papel hechos un burruño rodeando la taza.
En el sofá, la señora languidece, tapada con manta de borreguillo al uso y gato negro a los pies. 
Estornuda, y el gato le muerde un pie para que se calle.
Coge el octavo rollo de papel higiénico y se suena el moco agüillado. 
La nariz, roja como la de Rudolf, amenaza con desprenderse de la cara. 
La señora se aplica pomada restauradora, de la que usaba Cecilia con el Ecce Homo.
En la cabeza sigue metido alquien con un martillo pilón. 
Entra el niño, móvil en mano, apartando con los pies la pila de papel higiénico con moco agüillado.
   - Mamá, o lo que queda de ella. Te ha sonado el móvil.
   - Dile que "igualmente"- contesta la señora con la voz nasal del hada de Pinocho.
   - No es una felicitación. Es la editora de tu curro, que dice que mañana vayas un poco antes.
La señora mira la mesita de poner pies que se ha convertido en un stand de la feria del resfriado vírico. 
No falta de nada. Dos rollos de papel que quedan de un pack de 12, ibuprofeno, aspirina, vicks vaporú, eucalipto en rama, termómetro digital, pomada de recomponer narices, garrafa de cinco litros de agua...
Considerando el armamento y los días de asedio no cree que el enemigo tarde en rendirse.
   - Dile que no problem.

viernes, 23 de diciembre de 2016

Señora que va a tomar un vaso


Escena novena.
Zona de esparcimiento donde los humanos beben, gritan, cantan, brincan y bailan, como los peces en el río.
La señora llega al pub de moda que sus compañeros de labor han elegido como "lugar de después" de la comida navideña de empresa. 
Este año la señora no ha ido a la comida pero sí ha tenido a bien acercarse con posterioridad a vaciar unos vasos con sus colegas. 
Llega puntual como un reloj (ella en eso es muy británica) a la hora en que la manada se desplaza del abrevadero al bebedero.
La señora se percata de que ya la manada no mantiene con soltura el paso de la oca y en ocasiones algún miembro se sale de la ruta, hace un quiebro, y vuelve a incorporarse.
La ingesta alcohólica en los abrevaderos, en estos días previos a la Natividad, es abundante, máxime cuando va incluída en el menú. Eso explica el paso confuso y en ocasiones la berrea de algunos elementos.
Saludos afectuosos y ya en amor y compaña se adentran todos en el bebedero, donde se unen a otras manadas venidas de remotos reinos, y adobadas de igual manera.
Todo es contento y frenesí. 
Tras la barra, los mesoneros no dan abasto en servir brebajes agarrafados. 
La señora, más fresca que una lechuga, pide una cerveza, que es como pedir media ración de carrillada de cerdo en una mezquita.
   - !Hombre por favor¡!Una cervezaaa¡!Tómate un cubata¡
La señora sonríe, se aferra a su cerveza, va dando pasitos laterales huyendo de los poseídos por el espíritu de las bebidas espirituosas y va a dar a una zona con sofalitos bastante raídos, donde se concentran miembros un poco más apaciguados. La señora se sienta a charlar.
Un grupo de señores que cantan se arranca por villancicos. La manada jalea; una moza se desmelena; otra hace piruetas en lo que pudiere ser una barra americana; un señor tropieza con un asiento y se desparrama; otro que parece de los hermanos Matamoros baila de forma antisensual; todo el mundo toca palmas con mejor o peor suerte.
La señora con tanta palma se desgañita para hacerse oir. Charlar es "Misión imposible 3". Opta por "Micción posible".
Llegar al meódromo implica pasar a través de las manadas de los siete reinos, sin olvidar el improvisado escenario donde los juglares entonan su zambombá. 
Pero la señora es intrépida y lo consigue.
A la vuelta, el club de los espirituosos ataca de nuevo.
   - ¡Un cubatita!
Sonrisa... pasitos laterales... 



lunes, 19 de diciembre de 2016

Señora que va al Primark


                               

Escena octava.
Centro comercial de grandes dimensiones poblado de hordas humanas.
La señora entra en escena acompañada de su hermano mayor y su cuñada mayor que han venido de visita invernal. Aprovechan la visita para hacer las típicas compras prenavideñas al igual que el resto de los mortales. 
Los tres pasean por el recinto, esquivando camisetas por el suelo, perchas malevolamente colgadas que amenazan con sacarte un ojo y vestidos reventados por damiselas orondas. 
El Primark es como un mercadillo de lunes, pero techado y sin gente que vocifera su mercancía. Aquí la banda sonora es esa música repetitiva y machacona usada para torturar a espias y agentes cerocerosietes.
Comienza la caza.
La cuñada mayor engancha un pijama hecho, tal vez, con un osezno polar. Ella dice que es un pijama de estar en casa. Antes los pijamas eran para dormir, pero ahora ha surgido una nueva generación.
El hermano mayor se decanta por las camisetas interiores. Está claro este punto. Interiores, de dentro. Exteriores, de fuera. Como los ministros.
La señora echa el ojo a un sujetador deportivo muy colorido, pero opta por dejarlo en su percha. Habría que probarlo, y los probadores son Mordor, territorio inhóspito, lugar de duras batallas. La señora hoy no ha traído los dragones. 
   - Mejor llevaré unos calcetines escondidos para lucir el calcañar, que aquí son buenos y los venden por arrobas.
   - Oh -exclama la cuñada mayor- ¿Y no se ajorran con el trasiego? Yo, es ponérmelos y a los 10 minutos están hechos un guiñapo en la zona del metatarso.
   - Nada de nada. Se aferran cual senador a su escaño.
Ambas cuñadas echan un par de pilas de calcetines tobilleros en la bolsa tipo homeless que proporcionan en la puerta.
La expedición familiar se bifurca. Ellas llegan a la zona navideña. 
La cuñada mayor busca una corona para poner en la puerta de entrada, pero las que hay parecen más destinadas a ornar ataúdes. 
La señora opta por guirnalda de luces led con siete velocidades y puesta en marcha digital, es decir, con el dedo.
El hermano mayor, en tanto, está haciendo una cata exhaustiva de calzoncillos de pata, muy apropiados para el abrigo de las zonas escrotal e inguinal. 
Son una familia organizada, como el comando SWAT. El hermano mayor a la zona underwear, las cuñadas cubriendo todo el flanco frontal, TJ al tejado...
La bolsa homeless se llena y pasan a caja, donde unas alegres cajeras de sonrisa semiforzada pasan humeantes tarjetas de crédito y desean "Felices Fiestas" al prearruinado personal.
La señora y familia salen por el foro cargando su hatillo.

miércoles, 14 de diciembre de 2016

Señora que pone el cono de Navidad

Escena séptima
Salón de casa proletaria con muebles del rastro Reto y algún sobrero de la vecina de al lado.
La señora entra en escena, mira el almanaque y cree que ya es momento de ornar su hogar con motivos navideños.
Mira pensativa a diestro y luego a siniestro y ni corta ni perezosa coge la escalera de mano y abre la puerta del altillo, que huele a humedad cosa fina. 
La señora avista una bolsa grande de la que brota un reguero de purpurina. Esa es, fijo.
La señora extrae de la bolsa grande un hermoso cono dorado rematado en estrella de cinco puntas y forrado con cinta de lamé. Algo así como los conos que pone el ayuntamiento en las plazoletas pero en versión mini.
Ya solo tiene que buscar ubicación. 
La señora vuelve al salón. En la mesita de poner pies está el cojín para poner los ídem que ocupa cuarto y mitad de mesita. A su izquierda se amontonan revistas, facturas, libros para algún remoto día estudiar inglés, catálogos de productos navideños, más facturas.... todo este arsenal ocupa casi el otro cuarto de mesita.
Y aún queda un pequeño espacio para el recipiente de guardar los mandos que le confeccionó su cuñada Chus.
Demasiados tiestos. La señora mira la mesa principal donde una poinsetia, también llamada Flor de Pascua reina sobre el mantel de muñecos de nieve y acebos varios, aderezado de manchas que son muescas de las navidades pasadas. Arrima el cono dorado a la poinsetia y comprueba con agrado que no queda malota la composición. Habrá menos espacio para gambas y mortadelas, pero los exornos son los exornos.
La señora da por concluída la ornamentación navideña y hace mutis por la puerta que da a la cocina.

martes, 13 de diciembre de 2016

Señora que va por la sexta escena


Escena sexta. (como la cadena que ve Cebrián)
Poco después de las 13 horas.
Temperatura de mediados de marzo en diciembre.
Humedad húmeda.
Peatones esquivados por la señora: siete, haciendo especial mención a una chica de larga melena rubia y sudadera con número a la espalda, que paseaba junto a su cánido.
A un lado del carril bici, la doncella,
al otro lado, el cánido, unido a su dueña por correa de cuero al uso.
La señora toca el timbre, artefacto que es causa de mofa y befa entre sus compañeros de jornal por su forma de corazoncito.
La muchacha de melena rubia, como quien oye llover.
La señora, pensando que tal vez la dulce muchacha tuviera una minusvalía auditiva, sacude el timbre con el pulgar como si no hubiera un mañana. Pero una vez llegada a su altura tuvo que optar por salirse de la ruta un día más.
¡This is Cádiz!
La señora pasa por una tienda, y aprovechando que es la hora de recoger vástagos y disminuye el trasiego de gentes con la Visa entre los dientes, entra a comprar un presente que acomodar a los pies del árbol de navidad.
A la señora, todos los años la suele pillar el toro, porque como no es partidaria de moverse entre manadas, suele ir demorando las compras.
Lo bueno que tiene es que donde pone el ojo pone la Master Card.
Al lado de la caja, observa un punto donde la gente envuelve sus regalos.
Un "Sírvase usted mismo, que para eso tiene manos".
La señora se acerca, tira de un rollo de papel más bien feo y corta un buen pedazo.
Se situa a un lado de la mesa entre un señor que ha comprado el último libro de Ruiz Zafón y una mujercilla gordezuela que lucha por envolver un tiranosaurio rex de peluche.
El hombre corta su pedazo de papel y se queja.
   - Dios, ¿de dónde sacan este papel tan duro? Parece cartón.
Cierto. Duro pero es gratis.
La señora se enzarza con el papel de estraza y envuelve con maestría y pundonor su presente.
El tiranosaurio de al lado se revuelve. La mujer coge un rollo de celo un poco reliado y lleno de cortes fallidos. Se llena la mano de tiritas de celo y se encara con la fiera.
La señora termina y se marcha, mirando de soslayo al de Zafón que machac el papel-cartón a puñetazo limpio, mientras el tiranosaurio saca una pata para liberarse del amasijo de cartón-piedra y tiritas de celo.



miércoles, 7 de diciembre de 2016

Señora que escenifica 2


Escena cuarta.
12 de la mañana.
Sábado y por ende día de libertad figurada. 
La señora confiada, al ver asomar un par de rayos de sol se vino arribita e hizo recolección de ropajes usados, manteles con lámparas y calcetines en forma de guiñapo para poner una lavadora. 
La máquina no había terminado su último baile y ya la reunión de nubarrones olía a motín. 
La señora tendió su colada despacito, mirando con desconfianza el horizonte. 
Se puso a hacer la paella de los sábados y antes de que el arroz se pusiera en modo on, ya vio pasar a Noé con su arca desde la ventana de la cocina. 
¡Oh, cielos! Chuzos. Cántaros. La señora, rauda y veloz se lanza en plancha sobre el tendal, y recoge la ropa de forma vertiginosa. Da gusto verla, cual Cenicienta chapuzada, en una mano el barreño rebosando gayumbos, toallas y calcetines y en la otra la cuchara de palo. 
Organización. La señora abandona el barreño, toca a rancho para que sus tiernos efebos salgan de sus madrigueras y con ellos da buena cuenta de la paella.
22 y 30 de la noche.
La señora desde su sofá observa cómo el salón de la casa se ha transformado en algo fantasmagórico, en la casa de "Los otros" o similoide.
De una puerta cuelgan unos pantalones, sobre el respaldo de las sillas brotan camisas y camisetas y en cada pomo o manilla se asientan bragas, slipes y sostenes. 
La señora suspira, abre una cerveza, observa como a lo lejos se difumina el arca del amigo Noe, y estira los pies sobre el cojín de la mesita de poner pies.


Escena quinta??
Ya no me acuerdo. Debería llevar la contabilidad, pero una es de letras. Bueno, dejémoslo en quinta.
15 horas y cinco de después de comer. Hora de la siesta.
La señora coge con desgana la bicicleta, comprueba que las ruedas tienen oxígeno, nitrógeno y argón y se encamina al curro en este Nopuente de la Constitución. Es un Nopuente porque ora trabajas, ora no trabajas y tiras porque te toca. Y hoy toca.
Al menos los chuzos terminaron y hace sol. 
La señora tira por el Nocarrilbici, que es un carril bici hecho con desgana, sin apenas señalización, probablemente por falta de pintura. O de interés.
Le falta la línea discontinua en medio y aunque cada dos kms es posible que tenga pintada la silueta de una bici de Atapuerca, la gente que pulula por la zona no es muy de fijarse en el arte a ras de suelo. Así que empieza la partida. 
La señora sortea acá un viejo desnortado, allá un niño de capucha roja que corre en espiral , acullá un rebaño de ñus...
La señora pasa esta etapa sin víctimas que lamentar y al llegar a esa obra majestuosa comparable a las pirámides egipcias, que es el puente de la Pepa, se pregunta en que siglo terminarán las obras que le permitan continuar derechito por debajo del puente. 
De momento, como cada día, la partida se complica al tener que desviarse rodeando el Corte Inglés, sorteando hordas de compradores compulsivos, visa oro en mano que entran y salen del templo del despilfarro cargados como los negritos del Cola Cao.
¿Crisis?¿What crisis?

Señora que escenifica


Escena primera
7 de la mañana. Señora que empuja la puerta de la casapuerta, con escaso vigor, y a duras penas consigue abrir porque el levante (con L baja) juega en contra y lo está dando todo. 
En la calle vuelan papeles, hojas de acebo, botellas de Burbon, barrenderos... todo es volátil. 
Agarrándose a las esquinas y picaportes llega hasta el coche. Hoy ha abandonado la bicicleta por no hacer la escena de ET que ya está muy vista.
Se sube al coche, arranca y escucha la voz del señor radiante: "Hoy no hay incidencias reseñables en la climatología, salvo los que estén en Cádiz que tendrán vientos de 80 kms por hora"
  -"No me había dado cuenta..."



Escena segunda
9 de la mañana. 
La señora hoy madruga menos porque tiene turno de tarde. Calienta el baño con la estufita del Prycafur y se dispone a darse una ducha calentita. Aunque después del largo litigio sostenido con el casero, consiguió que le cambiaran la bañera con óxido por otra de igual valía pero sin óxido añadido, los grifos no fueron incluídos en la mejora y tienen más años que el hilo negro. 
La señora se mete en la ducha e intenta regular la calorimetría del agua. Ora se enfría, ora se quema, ora se inclina a darle caña al grifo, ora le cae champú en el ojo al inclinarse... 
El champú para cabellos deshidratados y en busca de oasis será de marca pero urticante cual ortiga amazónica. 
La señora pasa de grifos y se frota el ojo hasta decir basta mientras invoca a Satán. Se aclara con agua fría, que es muy buena para los poros, y sale del baño recordando a su casero y deseándole, no precisamente felices fiestas



Escena tercera
11 de la mañana
La señora hoy no va a trabajar porque tiene dia de Asuntos propios de esos que caducan a fin de año y hay que pelear a muerte con el resto de espartanos por pillar las mejores fechas.
¿Y qué mejor asunto y con más propiedad que arreglar la grifería asesina de la bañera? 
Asi que coge el teléfono y llama al fontanero de cabecera, que debe andar tieso de bolos, porque en media hora está llamando al telefonillo y llevando bajo el brazo una caja con el modelo de grifo monomando más barato del mercado. ( Por si el casero señor Roper no tiene a bien abonar)
El fontanero es muy cumplido; pregunta por la familia el trabajo y hasta por la gata, mientras desarma el grifo-reliquia de corte fenicio.
- ¿Te interesa guardarlo? - pregunta sin cara de broma.
La señora mira el preciado tesoro que chorrea en manos del operario, pensando en donarlo al consistorio por si quedara bien como escultura de rotonda. 
- Mejor lo reciclamos, verdad?
- Casi que si