viernes, 6 de enero de 2017

Señora que recoge la Navidad


Escena duodécima. 9 de la mañana de un viernes de Reyes.
La señora observa el salón y se dice que es momento de recoger la escenografía navideña y trocarla por atrezo propio de mes de enero al uso.
Comienza por meter en su caja el centro de mesa plateado que hace ya algunas añadas le regaló la cuñada Chus en su era más creativa. 
Para aprovechar la caja introduce también el tapete rojo y algunos adornillos que han brotado en pomos y picaportes. Cierra la caja y al altillo.
La señora suspira. Han sido unas lindas navidades. Alomejor no como aquellas navidades frías en casa de la abuela, que aquello sí que eran navidades de las de cuento y película ñoña de Antena 3.
Pero todo pasa y todo queda. Y como lo nuestro es pasar, se hace lo que se puede.
Las navidades gaditanas son navidades al sol, que para los que son de frío, como la señora, ya de entrada la escena no está bien ambientada. A ver si el año que viene inventan los chinos una ventana eléctrica en la que no pare de nevar. 
La señora echa mano del mantel de velas y acebo. Se multiplican los lamparones. Los lamparones de cada año son como heridas de guerra, que por más detergente milagroso que saquen en la tele, persisten.
Cambia el mantel por el de Venca, más feo que qué.
Mira el pequeño cono-árbol, que este año ha lucido, nunca mejor dicho con sus lucecicas intermitentes. Qué lástima da quitarlo porque él si que es la enseña navideña por excelencia. Pero ya está el gran poto, desplazado a lo alto de la estantería, loco por volver a su sitio.
Ea, pues queda la flor de Pascua o poinsetia, que será la que persista, no cree que por mucho tiempo, recordando esos días hogareños y felices.
Las poinsetias suelen marchitarse por nostalgia.
La señora piensa, "Si en nada estamos sacando otra vez el árbol"...
Y se va a poner las lentejas que no puso por Año Nuevo, a ver si todavía están en plazo los augurios de buena suerte que suelen traer estas legumbres.

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